viernes, 1 de mayo de 2009

Fumadores de Opio: Edgar Allan Poe,de la muerte a la inmortalidad

En el ensayo biográfico que Julio Cortázar dedica al poeta, da cuenta del testimonio hecho por el Dr. John Moran, el médico que lo asistió en sus últimas horas:

Estaba ya perdido para el mundo, a solas en su particular infiero de vida, entregado definitivamente a sus visiones [...] El resto de sus fuerzas [...] se quemó en terribles alucinaciones, en luchar contra las enfermeras que lo sujetaban, en llamar desesperadamente a Reynolds, el explorador polar que había influido en la composición de Gordon Pym y que misteriosamente se convertía en el símbolo final de esas tierras del más allá que Edgar parecía estar viendo, así como Pym había entrevisto la gigantesca imagen de hielo en el último instante de la novela [...] Como le dijeran que estaba muy grave, rectificó: No quiero decir eso. Quiero saber si hay alguna esperanza para un miserable como yo. Murió a las tres de la madrugada del 7 de octubre de 1849. Que Dios ayude a mi pobre alma, fueron sus últimas palabras.

El creador trasciende a través de su obra, sin importar la manera en que vivió o abandonó el mundo físico. Si esto es cierto, Edgar Allan Poe se volvió inmortal aquella madrugada otoñal de 1849. Su vida mortal fue sólo una vasta cárcel que recorrió con la agitación febril de un ser creado para respirar en un mundo más elevado. Como aseguró Borges, creó mundos para eludir un mundo real. Pero los mundos que soñó perdurarán. El otro es apenas un sueño.

Agradecimentos a Roberto Cória